sábado, 9 de abril de 2011

GUIÓN TÉCNICO

Actividad 1 del Módulo 3


Escena
Plano
Encuadre
Acción
Diálogo

1
Palier del edificio-madrugada
1
Plano general de lugar
Juan David en el palier pidiendo ayuda y desangrándose.
Juan David: ¡Que alguien me ayude por favor! ¡Necesito ayuda!



1
ídem
2
Plano entero de Augusta
Augusta se acerca a David y se arrodilla junto a él.
Augusta: ¡Juan David! ¡Dios mío! ¿Qué te pasó?

1
ídem

3
Primer plano de Juan
Juan David intenta hablar pero ya no puede.

1
ídem
4
Plano americano de Augusta
Augusta llama a emergencias y a la policía desde su celular para no dejar a Juan David.
Augusta: Rápido, una emergencia en Pacheco de Melo al 2700… sí es Recoleta… un joven con una herida como de cuchillo, ¡¡rápido se desangra!!
2
ídem
1
Varios planos americanos a los curiosos
Los curiosos se asoman al palier y reaccionan de diferentes maneras: con sorpresa, con horror, con sarcasmo. Murmuran y hacen gestos.

2
Ídem

2
Primerísimo primer plano de Augusta
Augusta mira a Juan David, está arrodillada junto a él. De soslayo mira a los curiosos. En su cara se refleja el pensamiento “qué saben ellos”

3
ídem
1
Plano general de la escena
Los de emergencias asisten al joven.

3
ídem
1
Plano medio de ambas personas
Los paramédicos hablan.
Paramédico 1: No hay signos vitales, la pérdida de sangre es excesiva, la herida del abdomen es profunda y seguramente laceró varios órganos internos.


3
ídem
2
Primer plano de paramédico 2
Mientras entrega planillas y equipos a su compañero, habla con su compañero.
Paramédico 2: Te dejo con el papeleo, voy a atender a la señora. Dejemos que la policía haga el resto.

4
ídem
1
Plano general del depto.
Los policías revisan el lugar.

4
ídem
2
Plano medio corto del policía 1
Los policías hablan.
Policía 1: Todo está en aparente orden, la puerta está intacta, la víctima está muy bien vestida, sin dudas conocía a su atacante






4
ídem
3
Plano general y luego plano detalle del piso.
Ídem.
Policía 2: El ataque comenzó aquí. Posiblemente cuando salió a pedir ayuda el desangrado aumentó y eso aceleró su muerte.


4
ídem
4
Plano detalle de un sillón.
Ídem.
Policía 2: Mire esto, es un antifaz, posiblemente la víctima venía de una fiesta.
4
ídem
5
Plano americano del policía 1 y luego plano detalle del antifaz
Ídem.
Policía 1: Busquemos entre sus contactos laborales y sociales para ver qué aparece. Su celular y su billetera no han sido robadas, así que comencemos a considerar crimen pasional, ajuste de cuentas o algún aviso de la mafia. La víctima era colombiano, quizás es posible que algún cartel esté en el medio de esto. Embolse el antifaz, seguramente alguna huella encontraremos.
5
Oficina-amanecer
1
Plano general de la oficina
Augusta y el policía 1 hablan.
Policía 1: -¿Alguna vez observó algo sospechoso en la conducta de la víctima? ¿O escuchó gritos o presenció alguna pelea?
5
ídem

2
Primer plano de Augusta
Ídem.
Augusta: No, era un muchacho muy educado, siempre saludaba con amabilidad. En una oportunidad me contó que estaba muy contento de vivir en Argentina y me habló de su familia, gente de muy buen pasar allá en Colombia.
5
ídem
3
Plano medio corto del policía 1
Ídem.
Policía 1: ¿Algún familiar con el que tuviera contacto? ¿Que lo visitara? ¿Sabe si tenía novia u otra compañía frecuente?
5
ídem
4
Plano detalle de las manos de Augusta
Ídem.
Augusta: Juan David me nombró una vez a un tío, un tal Luis, parece que se querían mucho, le hablaba muy seguido por teléfono, pero no sé más que eso.


5
ídem
5
Primerísimo primer plano de Augusta
Ídem.
Augusta: Jamás trajo a una mujer a su departamento.
5
ídem
6
Primer plano del policía 1
Ídem.
Policía 1: Gracias, si es necesario volveremos a hablar con usted.



6
Pasillo de salida del edificio
1
Plano entero, espalda del policía

El policía se encamina hacia la salida, golpea su costado derecho con la bolsita de plástico.

6
ídem

2
Primer plano de la cara y la mano
El policía levanta la bolsita y la mira, se queda pensando unos segundos.


La noticia que dio origen a este guión puede leerse en: http://www.clarin.com/policiales/Asesinan-punalada-joven-colombiano-casa_0_458354284.html




domingo, 3 de abril de 2011

LOS FUEGOS DEL TABASCO

Autor: Carlos E. Gili, nacido en Arroyo Cabral, provincia de Córdoba. Médico y escritor. Publicó entre otros, los siguientes libros: El arcángel del silencio, Recuerdos para después y La sombra del águila. El texto elegido pertenece a este último, editado en Córdoba por la editorial CODEC en 1981. El cuento fue extraído del libro Las provincias y su literatura CÓRDOBA de Ediciones Colihue, publicado en Buenos Aires en marzo de 1985.
Lo elegí para el trabajo sugerido de reescritura, perteneciente al Módulo II del curso “La literatura en la era digital: propuestas para trabajar con las netbooks”. Este que sigue, es el texto meta:


    Ya en el patíbulo, con la soga rodeándole el cuello y las manos atadas detrás de su cintura, Martín Cortés, Caballero de Calatrava, no sólo no se arredra ante la proximidad de la muerte, sino que incluso la ansía. Se siente orgulloso de poder morir en defensa del honor de su tierra, de su raza, de los de su misma sangre. Aunque por su propia sangre corran también gotas de rancia estirpe castellana y su padre sea nada menos que el Caballero de Extremadura, el Marqués de Guatemoz, el Conquistador de México, el mítico hidalgo don Hernán Cortés.
    Pero no es la acerada figura férreamente empenachada de su padre la que despierta en él esa indefinida sensación que le estremece las vísceras y el alma, sino esa otra imagen no menos vigorosa e indomable pero nimbada por el aura que envuelve desde siempre a las poseedoras del excelso privilegio de parir: Malinche, la manceba de Cortés, su madre india. Pensando en ella se disipan la vergüenza y el escarnio, implícitos en las palabras contenidas en la fatal sentencia: “rebelde y traidor a su Majestad y a España”; y sólo siente un poco de nostalgia al tomar conciencia de que con su cuerpo morirá también un pedazo más de esa raza soberbia y valerosa que habita una tierra de cardones y de flores restallantes, de oro y piedras refulgentes, de tigres y quetzales, de nopales y águilas, de maguey y teocalis: Anáhuac, la tierra de Quetzalcóatl, del dios del Viento que llega de oriente.
    Un esbozo de sonrisa distiende apenas sus labios al captar de pronto toda la inmensidad de un sino trágico y absurdo; de ese sino que colocara un día ante los ojos fríos y duros del humano dios blanco, esa estatua de altivo bronce esculpida por los soles fulgurantes de la Sierra Madre y el oscuro verde de los lujuriosos bosques de Tabasco.
    Malinche se había convertido por entonces en una pálida sombra de lo que debió ser su propio destino; pero a pesar de ello conservaba intacta en su cuerpo y en su alma la regia nobleza de su estirpe. Lejanos parecíanle ya los días de los que, luego de morir su padre y después de volver a casarse su madre, ésta se convirtiera de pronto en otra mujer. Nunca llegó a comprender si lo que sucedió luego fue sólo obra de la ambición de su madre y su padrastro, o si fue un castigo de los antiguos dioses mayas; lo único que supo fue que, a pesar de la imagen bravía y guerrera del poderoso cacique alentándola y sosteniéndola, nada pudo hacer ante los oscuros designios de la pareja. Con sus ojos de noche cristalizados por el llanto y un gesto de incredulidad de su hermano rostro de virgen morena, escuchó las explicaciones con que su propia madre le manifestara condena a la orfandad total: el recién nacido varón de la pareja reclamaba desde su aún desvalida masculinidad el ancestral derecho al poder y al mando; el niño sería el único heredero y ella debería desaparecer para siempre de esa casa que hasta entonces fuera su cálido nido. Después para certificar su muerte, su madre hizo enterrar a la niña de una criada. Y fue escondida viendo pasar su propio cortejo fúnebre, la poseyeron los dioses mayas de la ira y el espanto. Y aunque la imagen de su padre derribando enemigos con su lanza o fumando plácidamente su pipa de caña le incrustara el ariete de la duda, maldijo con todas sus fuerzas a su madre, a su padrastro y a todos los de su raza, e invocando, e invocando al Dios-Serpiente de las Plumas Doradas, con toda su pasión de mujer-niña,  juró vengarse de la traición y del abandono.
    Después se la llevó un sórdido traficante de esclavos, y tristes y lóbregos se fueron sucediendo los días en Tabasco hasta aquel mágico instante en que, junto a varias de sus compañeras, fueron llevadas ante los misteriosos dioses blancos.     
    Aunque el hidalgo clavó con avidez su penetrante mirada celeste en las mórbidas desnudeces de esa india núbil, quizá presintiendo futuras llamaradas prefirió cederle su pertenencia a un lugarteniente. De nada sirvió la prevención: desde ese momento ya Malinche era suya para siempre. Quizás evocando el penacho de Quetzalcóatl o su cadena de oro, la india confundiera al hombre con el dios venido de Oriente; o quizás simplemente le sucediera lo que a cualquier mujer en el trance de descubrir el sentimiento por medio del cual la humanidad se perpetúa. Malinche sintió que sus venas se hinchaban su piel se inflamaba y un rubor ancestral le subía por la sangre coloreándole el rostro cobrizo hasta pintarle un incendio de soles amanecidos. Y ya no importó el distinto color de pieles, sus distintas cualidades de amo y esclavo, su condición de enemigos; sólo supo que desde entonces pertenecería a ese hombre-dios íntegramente y para siempre.
    Hernán Cortés luchó decididamente contra ese ardiente sentimiento que le iba reptando por la sangre hasta incrustársele como una espina de maguey en el corazón. Pero de nada valieron la caravana de mujeres blancas y cobrizas que noche a noche transitaban su lecho como tibios fantasmas de carne, ni las constantes y acuciantes amenazas bélicas; poco a poco la etérea figura blancamente entunicada de Malinche atravesando como una suave brisa las noches lunares del campamento para aproximarse a su dueño emocional, o su mirada anhelante y enfebrecida penetrándolo desde lejos como una antigua y dorada flecha azteca, fueron minando los prejuicios del hidalgo. Y una noche de media luna creciente en que el aroma de los sándalos y las orquídeas saturaba el aire germinal de los bosques convirtiéndolo en una sementera pasional y feraz, las almas y las carnes del hombre blanco y la india cristalizaron el tiempo refundiendo en un instante los misteriosos y eternos designios de la vida.
    Desde entonces comenzó para Malinche -ahora cristianamente bautizada Marina- una vida difícil y contradictoria, pero plena y total. Aunque el amor por Cortés dominaba todos sus sentimientos, de entre éstos emergían además, como arietes vitales y dolorosos, el orgullo por ser la elegida del dios blanco, pero también el escarnio por ser su esclava y su manceba; el honor de compartir con su dueño las heroicas acciones guerreras y también el temor a la muerte que las mismas deparaban; el placer de la venganza contra su madre y su raza pero también la vergüenza que significaba el hecho de tener conciencia de su traición. Su ardorosa pasión supo, sin embargo, replegar toda aprensión y toda duda hacia los recónditos laberintos subconscientes y las mesetas y los bosques la vieron entonces trajinar ardorosamente en busca de datos que pudiesen aportar ventajas a los blancos, tendiendo celadas a sus hermanos de sangre valiéndose del conocimiento de su idioma, revelando a Cortés las costumbres y la organización de las tribus, acompañando a los españoles en los combates, cuidando y curando a los heridos. Ni una lágrima rodó por sus tersas mejillas cuando su antiguo rey Moctezuma cayó muerto por la pedrada arrojada mientras hablaba a la multitud en la plaza de Tenochtitlán; y lloró en cambio junto a su amor en la “noche triste”, y rió en Otumba, y se alegró y elevó su agradecida mirada al sol cuando su amor y señor entró triunfante en Tenochtitlán pasando por el cadáver del último emperador azteca, Cuauhtémoc, para proclamarse finalmente conquistador de México.
    La gloria y los honores parecieron consolidar aún más el amor de la india y el hidalgo; pero había ya una vastedad de lontananzas en los horizontes de Hernán Cortés. Allende los mares había también otro emperador que reinaba sobre los destinos de los súbditos, y como Cortés no era ya el oscuro navegante que quemara sus naves en Villa Rica de la Vera Cruz para marchar al encuentro del imperio dorado sino todo un conquistador, su rey lo premió con el marquesado de Guatemoz y con misiones y honores que paulatinamente lo fueron alejando de su Malinche. Al principio luchó denodadamente para no convertirse en el artífice de su propia traición como un día luchara para escapar al amor que ineluctablemente lo iba invadiendo; pero era español y aventurero, y era hombre. Y finalmente prosiguió su camino de gloria.
    El alma de Malinche se desgarró, su corazón se estrujó y su amor lloró hacia adentro ardientes lágrimas de sangre india; pero calló. Aún adormecido y renegado, el orgullo de su raza reflotó de pronto con toda su arcana dimensión; y en lugar de reclamar lo suyo, de luchar por lo que le correspondía por abnegación y coraje, sufrió en silencio el abandono. Regresó, lóbrega y altiva, a sus primitivos bosques de Tabasco. Allí la visitaron un día su madre y su hermanastro para recriminarle su actitud y complacerse con su infortunio; pero Malinche siguió fiel a su nuevo rey, a su nueva religión y a su eterno amor.
    Después otro español, otro hidalgo, supo aliviar su pena, enjugando con paciencia y con ternura las no vertidas lágrimas del olvido. Y Malinche -Marina- conoció entonces la tierra natal del hombre de sus desvelos. Enjoyada como una auténtica dama española, con mantilla y abanico, supo reverenciar con distinción y exquisitez a su nuevo rey. Pero por sus ojos oscuros y profundos y por su altiva frente cobriza siguieron rodando los fantasmas del pasado; y en sus noches insomnes el penacho dorado de Quetzalcóatl y el acerado de Cortés se entrechocan y se confunden, y hay tigres y quetzales cantando arrorrós, y el metálico sonido de los colgantes de su padre se mezcla con el olor de las hierbas de su pipa, y el llanto del pequeño Martín devuelve como un eco el aullido de su sangre, y las sandalias de oro de Moctezuma suben, rítmicas e implacables, hacia la cumbre del teocalli.


    Martín Cortés no tiembla ni se arredra; sonríe. Sonríe pensando en ese tragicómico destino que, quizá regido por los antiguos dioses mayas, cerrara un círculo vital devolviéndolo a su raza, a su tierra, a sus orígenes. Y su sonrisa se dulcifica al pensar no en Marina, ni en su traición, ni en su voluntario exilio sino en Malinche, la mujer que todo lo olvidó y todo lo arrasó en aras de su amor. Un amor que, ancestral, perenne y definitivo, en él fructificara.
                                                              
    
Imagen extraída del sitio: http://www.elperromorao.com/category/pintura/page/4/  donde se puede leer un interesante artículo titulado ¿Por qué somos hijos de la chingada? que comienza así: "Existe un gran mito mexicano que es importante derribar por completo; el de la traición misma hecha mujer, personificada en ese mítico ser al que hoy llamamos La Malinche; traidora por excelencia según se nos dice, pues se puso del lado de los extranjeros en vez de estar en el bando de su propia patria".

EL TEXTO QUE TOMO COMO FUENTE ES EL SIGUIENTE, QUE PERTENECE A  "HISTORIA VERDADERA DE LA CONQUISTA DE NUEVA ESPAÑA" DE BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO:

CÓMO VINIERON TODOS LOS CACIQUES Y CALACHIONIS DEL RÍO DE GRIJALVA Y TRAJERON UN PRESENTE

Otro día de mañana, vinieron muchos caciques y principales de aquel pueblo de Tabasco y de otros comarcanos, haciendo mucho acato a todos nosotros, y trajeron un presente de oro. No fue nada todo este presente en comparación de veinte mujeres, y entre ellas una muy excelente mujer, que se dijo doña Marina, que así se llamo después de vuelta cristiana. Cortés recibió aquel presente con alegría, y se apartó con todos los caciques y con Aguilar, el intérprete, a hablar, y les dijo que por aquello que traían se lo tenía en gracia; mas que una cosa les rogaba, que luego mandasen poblar aquel pueblo con toda su gente y mujeres e hijos. Lo otro que les mandó fue que dejasen sus ídolos y sacrificios, y respondieron que así lo harían; y les declaramos con Aguilar, lo mejor que Cortés pudo, las cosas tocantes a nuestra santa fe, y cómo éramos cristianos y adorábamos en un solo Dios verdadero. Se les mostró una imagen muy devota de Nuestra Señora con su hijo precioso en los brazos, y se les declaró que en aquella santa imagen reverenciamos, porque así está en el cielo y es madre de Nuestro Señor Dios. Después les dijo cuál fue la causa porque nos dieron guerra, tres veces requeriéndoles con la paz. Respondieron que ya habían demandado perdón de ello y estaban perdonados, y que el cacique de Champotón, su hermano, se lo aconsejó y porque no les tuviesen por cobardes, que se lo reñían y deshonraban porque no nos dio guerra cuando la otra vez vino otro capitán con cuatro navíos
(según parece decíanlo por Juan de Grijalva), y también el indio que teníamos por lengua, que se huyó una noche, se lo aconsejó, que se día y de noche nos diesen guerra. También les preguntó de qué parte traían oro y aquella joyezuelas. Respondieron que hacía donde se pone el sol, y decían Culúa y Méjico, y como no sabíamos qué cosa era Méjico ni Culúa dejámoslo pasar por alto. El mismo fraile, con nuestra lengua Aguilar, predicó a las veinte indias que nos presentaron muchas buenas cosas de nuestra santa fe, y que no creyesen en los ídolos que de antes creían, que era malos y no eran dioses, ni les sacrificasen, que las traían engañadas, y adorasen a Nuestro Señor Jesucristo. Luego se bautizaron, y se puso por nombre doña Marina a aquella india y señora que allí nos dieron, y verdaderamente era gran cacica e hija de grandes caciques y señora de vasallos, y bien se le parecía en su persona. Diré más adelante cómo y de qué manera fue allí traída. Las otras mujeres no me acuerdo bien de sus nombres, y no hace el caso nombrar algunas; mas éstas fueron las primeras cristianas que hubo en la Nueva España, y Cortés las repartió a cada capitán la suya y a esta doña Marina, como era de buen parecer y entremetida y desenvuelta, dio a Alonso Hernández Puertocarrero, y cuando fue a Castilla estuvo la doña Marina con Cortés y hubo en ella un hijo que se dijo don Martín Cortés. Antes que más meta la mano en lo del gran Montezuma y su gran Méjico y mejicanos, quiero decir lo de doña Marina, cómo desde su niñez fue gran señora y cacica de pueblos y vasallos. Es de esta manera: que su padre y madre eran señores y caciques de un pueblo que se dice Painla. Murió el padre quedando muy niña, y la madre se casó con otro cacique mancebo, y hubieron un hijo y según pareció, queríanlo bien al hijo que habían habido. Acordaron entre el padre y la madre darle el cacicazgo después de sus días, y porque en ello no hubiese estorbo, dieron de noche a la niña doña Marina a unos indios Xicalango, porque no fuese vista, y echaron fama que se había muerto. En aquella sazón murió una hija de una india esclava suya, y publicaron que era la heredera; por manera que los de Xicalango la dieron a los de Tabasco, y los de Tabasco a Cortés. Como doña Marina en todas las guerras de la Nueva España, Tlascala y Méjico fue tan excelente mujer y buena lengua, como adelante diré, la traía siempre Cortés consigo y la doña Marina tenía mucho ser y mandaba absolutamente entre los indios en toda la Nueva España.

Extraído de
Págs. 16 y 17


Para completar este esbozo de imagen de Malinche, sugiero ver un vídeo en el siguiente link:

Información recopilada por Silvia Corbella

sábado, 2 de abril de 2011

ACTIVIDAD ÁULICA CORRESPONDIENTE AL MÓDULO II

Lectura comparada de las crónicas de Indias y de fragmentos de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha


Actividad áulica:

Con los alumnos de sexto año comenzaremos la temática “del héroe al antihéroe”, iniciando la lectura de algunos fragmentos del Quijote. Partiendo de esos textos la propuesta es:

1)    Comparar los fragmentos de las crónicas de Indias y rastrear semejanzas en algunos de ellos con el estilo narrativo de Cervantes, tales como las descripciones, las metáforas, los refranes, la narración de la aventura, las consideraciones del narrador, etc.
2)    Leer el material referido al héroe en el siguiente link:
       y destacar las características propias del héroe.
3)    ¿Qué es lo que convierte a un personaje en antihéroe? Apoyar la opinión con el material que aparece en el siguiente link:
4)     Identificar si en los fragmentos de las crónicas de Indias aparecen algunas características de los héroes y/o antihéroes. ¿Puede considerarse al conquistador un héore?  ¿Y a los líderes originarios? Fundamentar
5)    ¿Qué semejanzas pueden establecerse entre los cronistas de Indias y los corresponsales de guerra?
6)    Finalmente, el personaje del Quijote, ¿pudo haber participado en alguna crónica de Indias? ¿Por qué?

Por Slvia Corbella