jueves, 23 de septiembre de 2010

ACME (dibus a la hora de la siesta)


Pensarlo es un inevitable viaje a la infancia, allá en la ciudad de Córdoba, con todo lo que ello implica: madre ausente por el trabajo, sombra de padre, hermano mayor a cargo, siestas de locuras, conjuros impronunciables en el techo de la vieja casa, escapadas a Barrio Parque en la bici y luego abandonarlo todo a la hora de los dibus, pero más que nada, a la hora del Coyote.

    La infinita fábrica ACME, cuyo mejor producto fue la imaginación inmensa e inagotable del adorable personaje, fue siempre un misterio, un templo, un agujero en el tiempo, un portal a otros mundos, un espacio donde se podía habitar lejos de gritos, golpes, abusos, silencios, desafectos.

    La mágica y contagiosa canción de presentación ya predisponía para un paréntesis donde lo único que importaba era ser testigo privilegiado de la esperanzada ocasión en la que el correcaminos sería atrapado  finalmente. Pero esto nunca ocurría y una se quedaba con ese sabor de que cada intento había valido la pena y que habría muchos más, seguramente. Por eso es mi ídolo, jamás dejó de perseguir ¿la gloria ni dejar en la memoria de los hombres su canción? Oh dioses!!! comenzó el desvarío, perdón. Ya sabe Ud que la música siempre se cuela entre mis palabras así, sin permiso, sin-vergüenza.

    Esos pasitos en puntas de pie, esos ojitos que miraban de reojo buscando mi complicidad, esas manitos refregándose casi acariciando la gloria, no son imágenes fácilmente olvidables para quien se pasaba un momento perfecto frente a la caja re boba bobeando (y por supuesto!)  pero con la certeza de que su ídolo jamás abandonaría los intentos.

    Juro que lo intenté también. Y con todos los recursos de la imaginación más algunos aditamentos de la realidad. Lo intenté mucho o poco, con pasión o correctamente, pero lo intenté. Un analista diría ¿pero lo intentó lo suficiente? ¡Y a ud qué le importa! sería la respuesta adecuada. Somos dueños de nuestros intentos de la misma manera que de sus intensidades y alcances, ¿le satisface eso como réplica?

    Corre-caminos, que el Coyote te va a comer…

    Sí, lo asumo, huir y esconderse, oh qué novedad!  pero no como en el juego, el que no se escondió se embromó, sino al abrigo de la cueva, al amparo de una imagen (patito-feo, ha dicho ella, la otra Silvia, mmm qué insolente por favor,  no?)

    ¿Acaso la fábrica esconde su mejor invento y aún no ha sido dado a conocer? Las viejas fórmulas se ven disueltas, vencidas o descubiertas y el reactivo es tan efectivo, tan sintético, tan fulminante (espero contar con ud, ha dicho él, hoy... ¿casualidad? no sé... ¿determinante? es probable…)

    ¿Qué pasaría si uno dejara de correr por un rato? La vida no se detendría, lógico, hablo más bien de congelar la escena, imaginar que finalmente el coyote obtiene su trofeo… ¿qué sucedería entonces? ¿Tan terrible podría ser?   Sería el fin de toda ilusión...       

    El ánimo flotaría quizás inesperado, preocupante, desconocido, sorprendente, gratificante, doloroso, complaciente, y seguramente uno se daría cuenta por fin que creció... ¿hacia dónde?

    Ahora bien, ¿coyote o corre-caminos? ¿de quién se huye? ¿a quién se corre? Ah!! los intentos vanos de explicar lo inexplicable o de hacer complicado lo simple o de no ver lo que se tiene ante los ojos. Puesto así, enrevesado y confuso, suena a … no, no podría ser ja.

    Por ahí escribió alguien que siempre se desea recuperar lo perdido en la infancia y he porfiado que no es así, que crecer significa dejar, no recuperar; es reinventar, reemplazar, recrear tal vez. ¿Y si incurriera en el error? Pero ¿y si crecer fuera volver al estado de la niñez, donde la placidez de una caricia calmaba todo dolor, donde la promesa de un caramelo era la magia más poderosa, donde la travesura más impensada nos embriagaba de felicidad a pesar de los retos y castigos?… si de verdad digo, fuera eso… ¿cuándo dejaría de ser adolescente?

    Deseo… dice el genial Pedro Guerra y canta más o menos lo que sigue… Te seguiré hasta el final // te buscaré en todas partes // bajo la luz y las sombras // y en los dibujos del aire // Te seguiré hasta el final // te pediré de rodillas // que te desnudes amor // te mostraré mis heridas // Y con las luces del alba // antes que tú te despiertes // se hará ceniza el deseo // me marcharé para siempre.

...

    Pero y ¿si no deseara marcharme? ¿si por fin recuperé lo perdido? Habré sabido por qué me he vuelto loca… (a buen entendedor)


Corre-caminos bip bip el coyote te va a comer…

Silvia C.

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